El sur de Siria vuelve a estar sumido en la agitación. Los recientes enfrentamientos en la ciudad de Suwayda entre milicias drusas y bandas beduinas provocaron una rápida respuesta militar del gobierno sirio y ataques aéreos israelíes contra posiciones en Damasco. En este episodio de Estado de la Cuestión, me acompañan Ahmad, de Propaganda & Co., y el periodista de MintPress, Robert Inlakesh, para examinar las fuerzas subyacentes a la violencia. Tras los titulares se esconde un patrón: potencias extranjeras que gestionan el caos para rehacer Siria a su imagen. Israel afirmó que sus ataques eran defensivos, destinados a proteger a la población drusa. Sin embargo, según la inteligencia estadounidense, Siria había informado a Israel de los movimientos de sus tanques con antelación. No hay pruebas que vinculen al gobierno con los ataques contra civiles. Aun así, las autoridades israelíes describieron los enfrentamientos como un suceso "al estilo del 7 de octubre", una narrativa diseñada para sembrar el miedo y justificar la escalada. Como explica Ahmad, la retórica se alinea con la antigua "Doctrina de la Periferia" de Israel, una estrategia propuesta inicialmente por David Ben-Gurion. La idea era forjar vínculos con estados no árabes y minorías regionales para debilitar la unidad árabe. Esa lógica sustenta ahora la política israelí y estadounidense en Siria: aislar, fragmentar y controlar. Mientras tanto, Washington ha permitido un frente económico más discreto. Con la ayuda de Qatar y Turquía, se saldaron las deudas de Siria con el Banco Mundial, lo que permitió nuevos préstamos del FMI. Estados Unidos también aprobó miles de millones de dólares en inversión extranjera de los países del Golfo y Turquía para reconstruir la infraestructura energética de Siria. Pero estos proyectos tienen condiciones, atando a Siria más estrechamente a un orden económico liderado por el extranjero. "Esto no es reconstrucción", dice Ahmad. "Es recolonización". Turquía también está expandiendo su influencia, particularmente en el puerto de Trípoli, en el norte del Líbano. Forma parte de un impulso regional más amplio, disfrazado de desarrollo. Pero la resistencia es cada vez mayor. Como señala Inlakesh, la guerra de Israel contra Gaza ha endurecido la opinión pública en toda la región. Las imágenes de destrucción dificultan la normalización. Los regímenes árabes pueden firmar acuerdos, pero las poblaciones se resisten. La crisis en Suwayda no es solo local. Es el ejemplo más reciente de cómo las potencias imperialistas utilizan la inestabilidad controlada para redefinir las fronteras, bloquear la resistencia y mantener la debilidad de Siria. Las herramientas actuales —préstamos del FMI y ataques aéreos— pueden ser diferentes a las de las ocupaciones de ayer, pero el objetivo sigue siendo el mismo. «El imperialismo nunca se fue», dice Ahmad. «Simplemente se renovó».
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Greg Stoker es un ex Ranger del Ejército de los Estados Unidos con experiencia en recopilación y análisis de inteligencia humana. Tras cuatro despliegues de combate en Afganistán, estudió antropología y Relaciones Internacionales en la Universidad de Columbia. Actualmente es analista militar y geopolítico, e influencer en redes sociales, aunque detesta el término.